5º Encuentro de Pastoral Afroamericana - Memoria y Conclusiones
 

BIENVENIDA A LOS PARTICIPANTES

 

Mons.
JORGE IVAN CASTAÑO R.
Obispo de Quibdó


Reciban, todos ustedes que nos honran con su presencia, los saludos más cordiales y el abrazo fraterno de la Diócesis Misionera de Quibdó. Con esta ceremonia de familia, llena de alegría, cariño y esperanza, pretendemos inaugurar el Quinto Encuentro de Pastoral Afroamericana. Al decir »el quinto encuentro», estamos afirmando que él es un paso más en un largo caminar de casi 10 años, buscando respuestas a un sinnúmero de inquietudes pastorales referentes al pueblo negro que peregrina con todos los demás hombres en esta patria grande que llamamos América Latina.

Al referimos al pueblo negro, en esta noche memorable, queremos hacerlo con un profundo respeto, pues en el fondo de todos los planteamientos que se pueden hacer sobre él, está nuestra certeza de fe inconmovible de que el corazón de un pueblo es sagrado, como sagrada es y será su identidad cultural, su patrimonio histórico y sus tradiciones religiosas.

Y cuando tratamos de evocar las razones por las cuales en este nuevo mundo, multiétnico y pluricultural, se hizo presente el pueblo negro, la terrible odisea de su viaje del Africa a nuestro continente, la violencia inconmensurable padecida de la esclavitud, la explotación y la muerte en todas sus formas, a uno sólo le queda el camino de compartir el dolor por lo ya sufrido, y la esperanza de que se puede crear de verdad, un mundo nuevo, para los pueblos afroamericanos, que tienen derecho a soñarlo, a construirlo y a vivirlo.

Ningún pueblo podrá ser entendido, y menos el pueblo negro de América Latina, si no nos acercamos con respeto profundo a los temas centrales que han conformado su vida y han dejado en la historia las huellas inconfundibles de sus logros y de sus fracasos, del dolor y muerte padecida, como también de la dignidad y grandeza humana rescatadas. Nuestro interés por todo lo que fue, es y será el pueblo negro en América Latina es vital, no superficial o simplemente folclórico.

En este punto queremos hacer nuestros los versos de Jorge Arte!, quien criticaba, con razón, a los que consideran las cosas referentes a los negros como curiosidades que se venden o se exponen a viajeros de otros mundos. Estas son las palabras del poeta:

«Negro soy desde hace muchos siglos.
Poeta de mi raza, heredé su dolor.
Y la emoción que digo ha de ser pura
en el bronco son del grito
y en el monorrítmico tambor.
El hondo, estremecido acento,
en que trisca la voz de los ancestros,
es mi voz.
La angustia humana que exalto
no es decorativa joya para turistas.
Yo no canto un dolor de exportación».

En el trabajo que vamos a emprender en el día de mañana, y que va a durar toda la semana, vamos a escuchar la voz, sí, la voz del pueblo negro del Brasil, del Ecuador, de Panamá, de Costa Rica, de los que vienen de toda la inmensa y bella Costa Pacífica Colombiana, y también de Cartagena, en la Costa Atlántica.

Para nosotros esta voz es sagrada, porque es como el eco de muchas otras voces, la que se oyó en el gemir de las galeras, o la que resonó en el ámbito libre de los palenques, el grito de los cimarrones en Colombia, o el de los Quilombos en el Brasil... Esta voz llega viva y fuerte hasta nosotros, pero esta vez más grávida de esperanza. Sin ella, no se podría dar un paso seguro en la vida y en la historia.

Candelario Obeso, poeta negro de Mompox (Colombia), en su Canción del Boga Ausente, resumía a su manera, la historia de nuestros negros, historia como la noche, sin .luz, pero soñando amaneceres. El Boga que impulsa su barca, aunque no sepa hacia dónde va, que no se queda inmóvil, que se mueve hacia adelante, aunque tal vez no llegue personalmente al puerto anhelado. Estas son sus palabras:

«Que triste que está la noche,
la noche qué triste está;
no hay en el cielo una estrella,
Remá, remá».

Pero hoy, si este personaje estuviera entre nosotros cantaría, no me queda la menor duda, así: «Qué alegre que está la noche, la noche qué alegre está»...Sencillamente por que vería aquí a los representantes de un pueblo que rema en el río de la vida, decidido a construir una historia distinta a la vivida en el pasado, y a fortalecer la identidad cultural dentro de las diversas nacionalidades en que se encuentran insertas. Este es un compromiso de vida o de muerte, pues cuando un pueblo pierde la raíces profundas de su cultura, ha perdido su identidad, ha perdido su rostro, y por consiguiente la razón de ser en el concierto de los demás pueblos y naciones.

¡Queridos participantes: sean bienvenidos a esta noche, a esta noche alegre, y acompáñennos a remar, río arriba, cantando la esperanza liberadora de un pueblo, el pueblo afroamericano!

 

NUESTRO PUEBLO LES SALUDA

 

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