HISTORIA DEL PUEBLO AFROCOLOMBIANO - PERSPECTIVA PASTORAL

CAPITULO 2


DE AFRICA A AMERICA


 

A fines del siglo XVI, ante el exterminio de los pueblos indígenas y la falta de mano de obra para la explotación de las minas y trabajos en las haciendas, contando con la autorización y apoyo de los reyes de España, Europa dio inicio a la captura, tráfico y comercio de la población africana.
 

MERCANCIA HUMANA

Mediante unas licencias autorizadas por la monarquía, emprenden el más deshumanizador comercio de Africanos/as. La licencia consistía en un contrato para traer en calidad de esclavos Africanos capturados o comprados en sus tierras desde donde eran conducidos como animales a los puertos de embarque y a látigos eran obligados a subir a los llamados barcos negreros, dejando familia, tierra, pueblo y cultura. Allí, aprisionados con cadenas y grilletes eran amontonados en las bodegas de los barcos para emprender un largo viaje de padecimiento del Africa a las islas del Caribe y de allí a Colombia y a otros países.

Los puertos más famosos de Africa en la historia de la Trata Negrera fueron aquellos que se encontraban ubicados en Cabo Verde, Santo Tome, Guinea y el Congo. Existen varias clasificaciones presentadas por diversos autores que lograron registrar información de la época, como Alonso Sandoval (jesuita), Philip D. Curtin y Peter Boyd-Bowman, para mayor facilidad retomamos la clasificación presentada por este último. El Señor Curtin demarca cinco zonas de donde los traficantes negreros pudieron extraer la mercancía humana directamente de Africa al Nuevo Mundo. Estas zonas fueron:

  1. La de Cabo Verde (entre Senegal y Sierra Leona), donde habitaban las naciones Berbesi, Jolofo, Bañol, Mandinga, Gio (tierra de Jo), Guinea, Nalu, Bran, Bolamo, Biafra y Zape.
     
  2. La de Cazanga (al este de Sierra Leona) probablemente en la actual Ghana y suroeste de Nigeria.
     
  3. La de Carabalí, en el delta del río Níger.
     
  4. La de Isla de Santo Tomé, al sur del delta del Níger.
     
  5. La del río Congo de donde procedían los manicongos, Angolas, Auchicas (o auzicanas) y, con toda probabilidad, los terranovas o lucumíes[6].

UN VIAJE SIN REGRESO

Los navegantes europeos al aproximarse a la costa africana, comenzaban por tirar una salva para advertir al jefe local de su llegada como un signo de homenaje a su autoridad. Contento con esta muestra de respeto, el jefe los recibía al día siguiente. El capitán se presentaba y ofrecía regalos: Mantos galonados y estofados de oro, tricornios de pluma, parasoles y telas de colores brillantes. Llegados a un acuerdo, el Capitán entregaba al rey los barriles de aguardiente, las telas, los fusiles y las otras cosas convenidas y el rey declaraba abierta la trata.

Una parte del equipaje desembarcaba entonces y construían un gran barracón donde los esclavizados podían ser almacenados como si fueran ganado. Los hombres y mujeres africanos llegaban en largas filas amarrados por el cuello a una especie de horquilla de madera; algunos, después de haber marchado miles de kilómetros a través de la selva y la estepa. Eran cautivos de guerra, víctimas de enfrentamientos entre tribus enemigas o cazados por el afán de responder a la demanda comercial. No había niños ni viejos. Según algunos testimonios los comerciantes de este tráfico humano masacraban a los niños de menos de 6 años y abandonaban a los viejos y a
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CIMARRON. Los africanos y sus descendientes nunca aceptaron pasivamente la esclavización

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los enfermos. Solo querían jóvenes fuertes, que pudieran soportar bien el viaje. Sus edades oscilaban entre los 16 y los 30 años.

En el barracón los esclavizados eran examinados. Se les miraban los dientes, los ojos, se les hacía correr, saltar, bailar. Se buscaban síntomas de enfermedad: escorbuto, lombriz, sarna... pues un hombre o mujer en mal estado valía menos. Si era tuerto había una reducción en el precio, igual si era sordo, o si le faltaba algún diente.

Completado el enganche, el capitán zarpaba de inmediato. Le convenía que el viaje durara lo menos posible. Temía las epidemias, los suicidios y las revueltas. La trata había durado de 3 a 6 meses; la travesía en redondo de 9 meses a año y medio.

El viaje era terrible. Ya al subir al barco, adivinando la suerte que les esperaba, muchos africanos preferían darse muerte lanzándose al agua. El resto, desnudos, marcados al fuego sobre el pecho, eran mancornados, encadenados de dos en dos, en el fondo del navío. Allí permanecían de 15 a 16 horas por día en medio de la oscuridad, sin ventilación y sin sistemas sanitarios, disponiendo de un espacio que era apenas mayor que una tumba. Para aprovechar el máximo el espacio, la bodega de los barcos se dividía en pisos que tenían entre 1,20 y 1,50 m de altura. Los hombres y mujeres africanos eran ordenados como cucharas en una caja de servicio. Así, un barco de 200 toneladas podía transportar hasta 250 piezas, olvidándose que eran hombres y mujeres que gemían entre la sangre de sus heridas, el pus de sus llagas, sus excrementos y orinas, junto con los cadáveres en descomposición de los que no soportaban el infierno del viaje por el mar[7].

El olor era tan intenso que a la tripulación le era imposible permanecer en las bodegas más de unos pocos minutos, los africanos llegaban a extremos de sofocación y desesperación inauditos. Enloquecidos, atacaban a los guardias que descendían y hasta se estrangulaban entre ellos para hacerse un sitio y poder respirar, las mujeres clavaban alfileres en los cerebros de sus compañeras. Es conocida la rebelión del jefe singbé, en el navío Amistad, en 1839, que dio muerte al capitán negrero y llegó a los EE.UU., donde él y sus hombres fueron juzgados. Gracias a la presencia de los abolicionistas fueron devueltos a su país en 1842[8]. Este es sólo un caso entre todos los años de la trata.

En algunos casos a las mujeres y los niños les permitían circular a bordo durante el día, pero, media hora antes de la puesta del sol, debían volver a las bodegas y eran minuciosamente registradas para asegurarse de que no habían escondido algún objeto que pudiera ayudarlas a librarse de las cadenas.

Cuando el día estaba despejado, todos podían permanecer en cubierta: se les regaba con agua salada y se les daban unas gotas de aceite de palma para que se frotaran el cuerpo. Los marineros formaban una orquesta y se les obligaba a bailar. Así hacían ejercicio para contrarrestar la quietud del viaje. A los que no aceptaban esta nueva humillación se les obligaba a ritmo de latigazos. Algunos aprovechaban la primera oportunidad para saltar por la borda liberándose así de una vida intolerable.[9] En caso de rebelión o motín el castigo era rápido y seguro: Los colgaba del mástil del barco.

Arroz, maíz, mandioca, ñame y bizcochos constituían la ración diaria. En los días muy fríos les daban unos sorbitos de ron. No se les daba demasiado de comer, lo justo para que no se enfermaran y no tuvieran suficiente fuerza para rebelarse.

No todos los hombres y mujeres que salieron de Africa llegaron a América, en la larga travesía muchos de ellos murieron a causa de enfermedades contagiosas y otros eran tirados al mar por los capataces, cuando la embarcación venia muy pesada. Según algunos datos, de cerca de quince millones que pasaron a América durante toda la trata, se estima que debieron de morir dos millones.
 

TRIANGULO NEGRERO

Entre Europa, Africa y América se estableció un tráfico gigantesco que es denominado el Triangulo Negrero. El nombre viene de que esta operación comportaba tres etapas: La primera, de Europa a Africa, los negreros iban a buscar esclavos a la costa occidental de Africa. Los cambiaban por cosas superficiales: Ron, aguardiente, cuentas de vidrio, barras de hierro, fusiles, pólvora... La segunda fase era de Africa a América. Los esclavizados eran vendidos en los mercados de la América española o portuguesa, o en las colonias del norte. La tercera, Europa. Con la venta de los esclavizados en el Nuevo Mundo, los barcos volvían a Europa supercargados de productos como el oro, la plata, el azúcar, el algodón, el cacao y otros.[10] De esta manera, el negrero tenía un triple beneficio, uno por cada punto del triángulo.

Al llegar a América los esclavizados que habían sobrevivido al viaje eran vendidos al mejor postor. No eran vendidos como seres humanos sino como piezas de indias. Antes de desembarcar el navío tenía que hacer cuarentena. Nadie tenía derecho a desembarcar ni a subir a bordo. Durante estos días el capitán se ocupaba de mejorar la presencia de su mercadería: Les daba mejor alimentación, trataba de maquillar los defectos físicos visibles, les lustraba el cuerpo con aceite de palma. Esta operación se llamaba blanqueamiento.

La llegada de un barco negrero era un gran acontecimiento en la vida colonial. En los primeros siglos se anunciaba con salvas de cañón. En el XIX mediante carteles en la plaza y lugares públicos. La venta comenzaba en el puente del barco; otras veces eran desembarcados y conducidos directamente al mercado. Los esclavizados eran vendidos por lotes pero individualmente se les llamaba piezas de Indias.

La pieza de Indias era un individuo de 7 cuartas de altura, aproximadamente 1,80 m, cuando no llegaba a esa altura se completaba con un mulequín, un niño de pecho cuya venta aislada no era fácil, por el riesgo de muerte. Para la venta cada africano debía subirse a un tonel para que todos los compradores los vieran, les hacían mover los brazos y las piernas, abrir la boca, adoptar diversas poses para ver si estaban sanos y fuertes. El precio dependía de la edad, de la fuerza física y del estado de salud. Los enfermos eran comprados por los blancos pobres, mucho más baratos. Cerrado el trato, el nuevo amo marcaba al esclavo con sus iniciales y le daba un nombre cristiano. La marca infamante, el carimbo, fue prohibido a fines del siglo XVIII, cuando se empezaron a escuchar las primeras voces de los abolicionistas. A continuación lo confiaban a otro esclavizado para que le enseñara su nuevo trabajo.

Aparte de estas entradas oficiales, había otras clandestinas. Estas eran las malas entradas y las arribadas maliciosas; si la primera era el simple contrabando, las segundas se disfrazaban de catástrofe, y el negrero atracaba en un puerto alegando que había sido arrastrado por una tempestad o por las corrientes adversas. En Colombia la entrada oficial era por Cartagena, pero se realizaba el contrabando por muchos lugares alternos, por el Darién, Tolú, Santa Marta, y Riohacha en el Caribe; Gorgona, Buenaventura y Barbacoas en el Pacífico. Una vez allí eran subastados como cualquier otra mercancía en el mercado público o vendidos clandestinamente.
 

LA MALDICION DE CAM

No sólo los africanos y africanas han sido esclavizados y esclavizadas. La historia nos cuenta que el Imperio Romano, antes de Cristo llegó a tener 400.000 esclavos, ninguno era negro. La Biblia nos narra la esclavitud del pueblo de Israel en Egipto. También Grecia y Babilonia tuvieron esclavos. Los antepasados de los actuales europeos fueron esclavos, estuvieron bajo el yugo de los griegos y romanos y estos a su vez esclavizaron a filipinos, moros, chinos, a los pobres de su país y a los que perdían una guerra[11]. De todos modos, la forma como se realizó la esclavización de los hombres y mujeres africanas en América es considerada la más cruel de la historia, por ser la más larga, sin posibilidades de retorno y porque se utilizaron estrategias represivas para destruir la identidad - lenguas, religiones, costumbres y tradiciones.

La gran diferencia de la esclavitud americana con las que hasta entonces se había conocido fue que la esclavitud quedó simbolizada por el negro y éste marcado por un estigma de naturaleza. El esclavo pasó, así, de una inferioridad legal, que se conocía en la antigüedad, a una inferioridad moral. Eventualmente el indígena sufrió la esclavitud pero por las razones clásicas, es decir por perder la guerra, por deudas, entre otras. En cambio, sin más, se afirmó el derecho de hacer del hombre africano negro un esclavo. Por eso salieron a relucir muchas explicaciones para legitimar este pretendido derecho y tranquilizar las conciencias: Se recordó a Aristóteles, seguido por Santo Tomás en la Summa contra gentiles y sobre todo el argumento bíblico de la maldición de Cam.

El pasaje que presenta la maldición de Noé a su hijo Cam y a sus descendientes, por haberse burlado de él al verlo desnudo, fue aplicado de forma arbitraria a los africanos, a quienes se empezó a llamar con el nombre genérico de negros dando origen a un absurdo perjuicio racial. Con este mito se justificaba la esclavización: Resultaba mejor para los negros sufrir la esclavitud, y entrar en contacto con la civilización y el cristianismo, que quedarse en sus costumbres que se calificaban como bárbaras y paganas[12].

Para su propio provecho, los europeos católicos y puritanos llegaron a una conclusión inhumana: El negro es inferior al blanco, por lo tanto su condición es ser esclavo. Por eso hoy en los acuerdos internacionales se declara la urgencia de superar toda clase de discriminación racial.
 

Reflexionemos juntos/as

  1. Hagamos cinco minutos de silencio recordando la memoria de nuestros antepasados que sufrieron la esclavización.
     
  2. ¿Cómo sería el sufrimiento cuando hombres y mujeres, comprometidos con la vida, según las tradiciones, prefirieron la muerte? ¿Qué hacemos hoy por defender la vida?
     
  3. Recordemos a todos nuestros antepasados africanos y familiares que han muerto y pidámosles nos acompañen, dándonos fortaleza en el proceso organizativo que viven nuestras comunidades negras hoy.
     
  4. Cantemos un "alabao" o uno de los cantos de animación afrocolombiana pidiendo perdón a Dios por los causantes de la esclavización.
     
  5. ¿En qué consistía el llamado Triángulo Negrero?

 


[6] VIVES, Vicente, Historia Social y Económica de España y América, p.444-445, citada por MURILLO MENA, Jorge Eliécer, El negro conquistador y colonizador de Hispanoamérica, Docentes Editores, Bogotá, 2003, p.98

[7] Cf. SEGOVIA MORA, Guillermo, Afrocolombianos/as UTOPIAS, Bogotá 1999, Edición Especial, p.34.

[8] ROJAS MIX, Miguel, Cultura Afroamericana, de esclavos a ciudadanos, o.c. p.16

[9] Cf. TANNENBAUN F., El Negro en las Américas, Biblioteca América Latina, Buenos Aires, 1.968, p.35

[10] Cf. Boletín de la Asociación Campesina del Atrato - ACIA, abril-mayo de 1994 Nº 25, p.5

[11] Cf MOSQUERA, Juan de Dios, La Etnoeducación Afrocolombiana, Docentes Editores, Santafé de Bogotá, 1999, p.19

[12] ROJAS MIX, Miguel, cultura AFROAMERICANA de esclavos a ciudadanos, Anaya, Madrid 1988, p.24

 

3. LOS AFRODESCENDIENTES EN LA HISTORIA DE COLOMBIA

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