GRUPO DE REFLEXIÓN TEOLÓGICA NEGRA
«GUASÁ»
UN JUBILEO PERMANENTE
EN LAS COMUNIDADES AFROAMERICANAS
Geraldina Céspedes, OP [*]
DESCANSO DE LA TIERRA, EL MAR Y LAS PERSONAS
HACER MEMORIA DE LAS Y LOS MÁRTIRES
JUBILEO, DEUDA EXTERNA Y COMUNIDAD NEGRA
JUBILEO Y GO’EL DE NEGRAS Y NEGROS
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entro de la reflexión afroteológica, el Jubileo constituye un tema coyuntural que no podemos dejar pasar, pues es un eje que nos ofrece serios y valiosos elementos para iluminar la realidad vivida por el pueblo negro en América Latina.
Es importante recordar que, en medio de la realidad que vive el pueblo de Israel, el Jubileo surge como una respuesta inspirada por Dios para garantizar la vida de los más pobres y explotados. Esto es fundamental para aproximarnos a una relectura del Jubileo desde la realidad que vivimos las negras y negros del continente. Entonces, si el Jubileo fue establecido como una salida para posibilitar la vida de los pobres, también hoy podemos leer el Jubileo como una protesta ante la muerte y una propuesta de vida para las negras y negros. En las afroamericanas y los afroamericanos nos encontramos con una concreción del rostro del pobre. El pobre no es una idea, no es la generalidad, sino que es un rostro que tiene nombre, tiene historia, tiene una cultura, tiene problemas y tiene posibilidades. Los documentos de la Iglesia en América Latina, dentro de los rostros sufrientes nos hablan del rostro de los afroamericanos que, junto a los indígenas, son los más pobres entre los pobres[1].
Otro elemento importante a la hora de hacer una reflexión del Jubileo en perspectiva del pueblo negro, lo constituye la exhortación apostólica del Papa Juan Pablo II Tertio Millennnio Adveniente (TMA). Dicho documento, en los números 9-16, hace un resumen de la tradición del Año Jubilar en la Biblia. El Jubileo “debía devolver la igualdad entre todos los hijos de Israel, abriendo nuevas posibilidades a las familias que habían perdido sus propiedades e incluso la libertad personal. Por su parte, el Año Jubilar recordaba a los ricos que había llegado el tiempo en que los esclavos israelitas, de nuevo iguales a ellos, podían reivindicar sus derechos”[2]. La misma carta apostólica señala que “una de las consecuencias más significativa del Año Jubilar era la ‘emancipación de todos los habitantes necesitados de liberación’”[3].
El reconocimiento del pecado de la Iglesia es otro de los puntos que propone la TMA como preparación al Jubileo. Se menciona sobre todo los pecados contra la unidad de la Iglesia, la intolerancia y la violencia, los pecados contra los Derechos Humanos y la co-responsabilidad de los cristianos en graves formas de injusticia y marginación social[4]. Con respecto al pueblo afro, la proclamación del Jubileo no ha de conformarse con que la Iglesia oficialmente pida perdón por lo que el Papa, en su discurso a los afroamericanos en Santo Domingo (1992), llamó el holocausto de los negros, un crimen enorme[5], sino que ha de mostrar la autenticidad de este perdón, abriendo espacios de libertad y dignificación para las negras y negros.
NUEVAS FORMAS DE ESCLAVITUD
Negras y negros llevamos grabada en nuestra piel la memoria de la esclavitud sufrida por nuestros antepasados, pero también llevamos grabada la memoria de la resistencia y los esfuerzos por liberarse de la esclavitud. Pero no sólo la llevamos como memoria, como un recuerdo de nuestro pasado. Es algo que vivimos hoy. Se siguen dando, en otro contexto y con otros nombres, las experiencias de esclavitud y liberación.
El Jubileo tiene que ser una ocasión para que mujeres y hombres negras/os experimentemos un tiempo de saborear y celebrar la libertad y la dignidad de personas, hijas e hijos de Dios. Es una vuelta a nuestras raíces, recuperar nuestra identidad como pueblo, los símbolos, la espiritualidad; volver a encontrarnos a nosotras/os mismas/os. Y es compromiso por derribar los muros de la discriminación racial, denunciándola y rechazándola como una situación de pecado.
El pueblo negro vive nuevas formas de esclavitud y de opresión. El drama de la esclavitud, del encadenamiento y hacinamiento sufrido por los negros y negras sacados violentamente de África y transportados en los inmundos barcos negreros continúa hoy. ¿Quién dijo que la esclavitud no existe – vergonzosamente - en los albores del siglo XXI? ¿Acaso no hemos visto a los negros y negras atados por el sistema, sacados violentamente de sus tierras y empujados a vivir el hacinamiento en los bateyes, en las champas o ranchos en los barrios marginados? ¿Acaso no hemos visto a negros y negras dejando su vida en las plantaciones o en las fábricas? ¿O en las calles de la ciudad a merced del frío, del calor, de la lluvia y de las vejaciones de la policía?
Lo mismo podemos decir de la venta de esclavos. No es algo que quedó únicamente en el pasado. Hoy día esto se actualiza en miles de mujeres y hombres negros que son empujados a vender sus cuerpos al mercado. ¿Dónde quedan las energías de los negros y negras? El sistema ha descubierto que una de las formas de matar su capacidad de resistencia es agobiarlo con trabajos duros hasta el embrutecimiento y el cansancio que no deja con ganas de hacer otra cosa. Se compra su cuerpo como mercancía para dar placer. Y al final son rechazados porque ya no son productivos ni tampoco son los consumidores ideales que exige el sistema. Entran a formar parte de la gran masa sobrante, excluida. Un ejemplo de esto es la situación que viven muchas ancianas y ancianos negros.
Y no hablemos de las señales de la esclavitud, señales de pertenencia al amo, al mercado, al sistema neoliberal. El hierro candente con que los marca el sistema es la desesperación, la humillación, el hambre. En las negras y negros encontramos distintas señales que son la huella que el sistema deja en sus cuerpos: vemos en nuestros pueblos afroamericanos rostros de negras y negros con una expresión de angustia, hambre y desesperación; negras y negros con la piel pegada a los huesos o víctimas de “enfermedades de pobres”; negras y negros habitando en lugares inseguros y viviendas indignas, expuestos a los embates de la naturaleza que parece desatar su furia contra los más pobres. Son siempre los más pobres, entre ellos los afroamericanos, las víctimas de los huracanes, terremotos, deslaves, inundaciones, erupciones volcánicas... En fin, vemos en nuestros pueblos cuerpos de negras y negros, niñas/os, jóvenes, ancianas/os, mujeres y hombres flagelados por el hambre; cuerpos cansados, privados del sagrado derecho al descanso, porque de ellos sólo vale la productividad que le puedan brindar al sistema; cuerpos que, como en siglos anteriores, son vistos solamente como fuerza de trabajo y fuente de placer para el enriquecimiento y la diversión de unos pocos privilegiados. El Jubileo, en medio de esta realidad, tiene que ser una reivindicación del derecho a descansar. Negras y negros, como todo ser humano, como toda la creación, tenemos derecho, estamos llamados a participar del descanso de Yahvé.
En esta nueva coyuntura que vive el pueblo negro, el Jubileo tiene que ser una fuerza de liberación, una inspiración para negras y negros que se han caracterizado por su lucha y resistencia en la construcción de un camino de libertad y justicia. Si el Jubileo era en el Antiguo Testamento un tiempo para hacer justicia al débil, para practicar la justicia social, es una ocasión para hacer justicia al pueblo negro tantas veces pisoteado, marginado, desnudado y despojado de lo propio.
El Jubileo hoy nos invita a liberar y a liberarnos de los prejuicios frente a negras y negros. Para ellas y ellos, que han sido vistos como fuerza de trabajo y fuente de placer, el Jubileo es una protesta frente a la visión explotadora y a la consideración de la otra/o como objeto (situación que, en el caso de la mujer, acontece con mayor fuerza y descaro).
Con respecto al descanso como tiempo y espacio de libertad, en el Antiguo Testamento encontramos que se ordena el descanso sabático. Desde el punto de vista de la realidad histórica de negras y negros, merece atención especial la tradición del sábado en el relato sacerdotal de Gn 2, 1-3, donde lo que se reivindicaba era “un día libre para poder reconstruir la conciencia y la fe de los exilados, embrutecidos por el trabajo esclavo. El sábado era importante para reconstruirse como persona y poder reconstruir la identidad del pueblo de Dios”[6]. Como lo señala el mismo autor, “Era el descanso del sábado lo que les permitía trabajar en forma humana como Yahvé. El sábado tiene por lo tanto, un sentido a la vez liberador, social y religioso”[7]. Sentido que, en la celebración del Jubileo por parte de la Iglesia, es necesario rescatar a favor de todas aquellas y aquellos que se ven privados de ese tiempo y espacio para reconstruir su memoria, su identidad y sobre todo para contribuir a la humanización de la propia vida y de la sociedad.
DESCANSO DE LA TIERRA, EL MAR Y LAS PERSONAS
Uno de los principios del Jubileo era dejar descansar a la tierra y a las personas. Era un descanso que tenía el sentido de liberación de la tierra con el propósito de que se beneficiaran los más pobres (Ex 23, 10-11). ¿Cómo hacer hoy esta liberación de la tierra? Para el pueblo negro el liberar la tierra significa sobre todo volver a entenderla, no como mercancía o como objeto de explotación, sino como portadora de “axé”, como un ser vivo, que tiene energía vital. Por eso el recuperar la comunión, la relación de amistad con ella es una experiencia espiritual. La tierra es un lugar de encuentro con Dios y con el hermano. No hay otro lugar donde los humanos podamos realizar y celebrar este encuentro con Dios y con la imagen de Dios que son las mujeres y los hombres.
Con la proclamación del Jubileo las tierras volvían a sus antiguos dueños. Es decir, el Jubileo iba contra la explotación y la acumulación de tierras en pocas manos. ¿Qué podríamos decir ante esto cuando negros y negras han sido y son actualmente despojados de las tierras de sus quilombos, de sus palenques?
Además del principio jubilar de dejar descansar la tierra, desde la perspectiva del pueblo negro habría que hablar de dejar descansar o dejar libre al mar. El mar también necesita de esta liberación, ya que al igual que la tierra está siendo explotado y contaminado. En la historia del pueblo negro, sobre todo en la etapa de la diáspora, el mar es una referencia sumamente importante y cargada de significado. El mar acogió los cuerpos de los negros cuando morían en los barcos negreros. Es un lugar de muerte y vida.
Con respecto al principio del Jubileo de dejar descansar a las personas, recordamos que la historia de negras y negros está marcada por el no-descanso. El negro fue visto como un animal, un instrumento de trabajo. No merecía ni tenía derecho al descanso. Había nacido para trabajar y vivir como esclavo. No tenía la dignidad para disfrutar el descanso y sentirse humano, experimentarse dueño de sí, de que no es una máquina al servicio del amo. Aún persisten hoy los prejuicios e ideas que nos hacen ver que negras y negros son seres que, además de ser muy buenos para mover el cuerpo (el baile, los deportes, el sexo), son muy buenos para hacer trabajos duros. Por eso la proclamación del Jubileo para negras y negros tiene que expresarse en recuperar el derecho a descansar, como una forma de recuperar el equilibrio comunitario y la dimensión de gratuidad de la vida. Es vivir nuestro ser de personas creadas a imagen y semejanza de un Dios que también descansó. Hoy día muchas negras y negros mueren víctimas de la sobreexplotación o de la exclusión del mundo del trabajo (muchos no pueden descansar porque, paradójicamente, tienen demasiado tiempo libre y viven la agonía de no tener un trabajo digno). Por eso el Jubileo pasa por una transformación de las condiciones laborales de negras y negros, tanto en el campo como en la ciudad.
En el Jubileo nos encontramos con una dimensión cósmica de comunión con lo creado, representado fundamentalmente en la tierra. Es sin duda un elemento fundamental para sintonizar con nuestra espiritualidad negra que es una espiritualidad cósmica. Por eso las celebraciones negras se realizan con los pies descalzos y lo más cercano a la tierra. Es fundamental el contacto físico con la tierra como algo vivo. La tierra tiene “axé”, tiene energía, fecundidad. El lugar para el culto en la espiritualidad negra lo constituye el “terreiro”. Terreiro viene de tierra y es el lugar donde se celebra el culto. “En él se entra y se permanece descalzo en señal de respeto a la Madre-tierra” [8].
HACER MEMORIA DE LAS Y LOS MÁRTIRES
Dentro de la convocatoria al Jubileo el tema de los mártires ocupa un lugar importante. La Tertio Millennio Adveniente nos recuerda que la Iglesia del primer milenio se caracterizó por ser una Iglesia nacida de la sangre de los mártires y que "al término del segundo milenio, la Iglesia ha vuelto de nuevo a ser Iglesia de mártires"[9]. Dentro de este conjunto de testigos de la fe que han entregado su propia vida por la causa de la justicia y la libertad, están las mujeres negras y los hombres negros que en distintos lugares del continente han regado la tierra con su sangre. Casi todos ellos son mártires de la tierra, en el sentido de que su martirio estuvo ligado especialmente a la lucha por la tierra.
A la hora de hablar de las y los líderes, las mujeres y los hombres que han tejido historia entre las comunidades negras, no podemos dejar de hacer memoria de las y los mártires. No se trata de una memoria como recuerdo pasivo, sino hacer memoria activa sacándolos muchas veces del olvido y el anonimato en que la historia oficial los ha dejado y tratando de ser continuadores, desde nuestros contextos concretos, de las opciones y la entrega que marcó la vida de ellas y ellos.
El Jubileo implica, además de la recuperación de las tierras pertenecientes a las negras y negros, el entrar en un proceso de recuperación de la memoria de tantos negros y negras que en la lucha por la tierra han dejado su vida. Esto entronca con la invitación de la Iglesia a que hagamos "todo lo posible por no perder el recuerdo de quienes han sufrido el martirio"[10].
Las negras y negros que llamamos mártires de la tierra, han luchado por el derecho a la tierra como espacio para vivir, espacio para relacionarse con Dios, para expresar la comunión y solidaridad con los otros. Esto tiene de fondo una visión de la tierra más allá de como la considera el sistema capitalista neoliberal, en el que la tierra es simplemente una mercancía, un objeto de explotación. No hay relación de hermandad y mutua pertenencia con los humanos tal como lo entienden y viven las culturas afroamericanas e indígenas. Dentro de los mártires de la tierra, recordamos a Florinda Soriano (Mamá Tingó), asesinada en 1975 en Hato Viejo, Yamasá, República Dominicana. Su valentía ha seguido inspirando la lucha de las mujeres y de los campesinos afroamericanos en esta isla.
JUBILEO, DEUDA EXTERNA Y COMUNIDAD NEGRA
El Jubileo bíblico contempla la condonación de las deudas y la manumisión de los esclavos. “Al esclavo hebreo, el amo, al liberarlo, debe darle un regalo en especie además de la libertad”. Es decir, que el esclavo “al llegar el año de la liberación debe salir de casa de su amo incluso con un regalo con qué comenzar de nuevo su vida en libertad”[11].
Aquí lo que está de fondo en la normativa de la liberación de los esclavos es la convicción de que ningún ser humano puede ser objeto de propiedad de otra persona. Y esto porque “la dignidad de la persona se realiza en la libertad y en la capacidad de dirigir autónomamente la propia vida”[12].
El Jubileo para negras y negros tiene que pasar por el derecho a satisfacer sus necesidades básicas: alimentación, vivienda, trabajo, salud, vestido, educación, recreación... Es hacer y vivir la justicia con el pueblo negro y entre el pueblo negro para así empezar el nuevo milenio en condiciones dignas y humanas.
El Jubileo es un compromiso de solidaridad con los más pobres del mundo y un compromiso de exigir la cancelación de la deuda, tal como lo pide el Papa en la TMA: “Los cristianos deberán hacerse voz de todos los pobres del mundo, proponiendo el Jubileo como un tiempo oportuno para pensar, entre otras cosas, en una notable reducción, si no en una total condonación, de la deuda internacional que grava sobre el destino de muchas naciones”[13].
El Jubileo, al plantear la liberación de la tierra, nos habla de la deuda ecológica; al plantear la liberación de los esclavos, nos hace tomar conciencia de la existencia de una deuda social; y la liberación de estos dos nos hablan de una deuda económica que hay que cancelar. Hoy día la deuda ecológica, la deuda social y la deuda económica son los tres grandes desafíos que tenemos por delante, situaciones a resolver y que se han agravado bajo la sombra del sistema neoliberal. ¿Cómo vive la comunidad negra estas deudas, cómo les están afectando? La comunidad negra es la que, junto a los demás pobres, sufre en la vida cotidiana las consecuencias de las políticas neoliberales. La población afroamericana forma parte de esa gran mayoría de pobres entre los pobres, sobre la cual pesa la carga de la deuda externa y la deuda social.
Ex 21, 1-11 nos habla de la liberación de los esclavos y las esclavas, de hombres y mujeres que, por su ahogamiento económico habían quedado endeudados y, por no pago de esta deuda, habían sido vendidos como esclavos o esclavas. El Jubileo, pues, expresa la preocupación de Dios por estas personas que habían caído en esclavitud por la situación de pobreza. “Dios interviene directamente en las relaciones económicas y pone un límite para evitar el empobrecimiento y la pérdida de libertad de las personas”[14].
Con respecto al perdón de las deudas, hay que señalar que negras y negros han sabido, por lo general, vivir una mística de perdón. Sobre ellas y ellos se ha colgado todo tipo de prejuicios, desconfianza, duda. Sin embargo, estas personas han llegado a amar de verdad a una Iglesia y a una vida religiosa que dudó de su capacidad de vivir las exigencias del evangelio, puso en tela de juicio su capacidad intelectual y su capacidad de vivir la consagración religiosa (prejuicios que aún hoy se mantienen, muchas veces de manera disfrazada). Hace muchos siglos que las negras y negros han perdonado la deuda que los blancos y los poderosos tenían con ellos. Con esta actitud de no venganza y de lucha por una convivencia en paz y un mundo más humano para todas y todos, hace mucho que perdonaron a quienes les explotan, les humillan y discriminan. Pero esto no significa que se ha adoptado una postura pasiva y conformista, ni tampoco que hay una pérdida de la memoria. No. Porque hay que recordar que el Jubileo es tiempo de perdón, pero este perdón va unido a la justicia. El Jubileo es un tiempo de justicia, de recuperación de la igualdad y la justicia originarias. Es tiempo para que pueda brillar la justicia y el derecho para con las negras y negros y con todos los pobres de este mundo.
El Jubileo es un tiempo de gracia. ¿Cómo pueden las negras y negros de hoy saborear ese gran regalo de Dios? ¿Cómo crear las condiciones para vivir un tiempo agradable a Dios, agradable a la creación y agradable a las negras y negros? El tercer milenio no se puede abrir como tiempo de gracia, como Buena Noticia para los pobres, para la comunidad negra, si no se dan unas transformaciones profundas que permitan a negras y negros alegrarse porque gozan de los derechos humanos básicos. El Jubileo no puede ser una fiesta vacía. Hay que recordar siempre cuáles son los motivos del júbilo. No se puede olvidar que el Año Jubilar “era un año de liberaciones y profundas transformaciones estructurales”[15]. Jubileo, entonces, para la comunidad negra en América Latina y el mundo, es tener derecho a la alimentación, a vivienda digna, salud, educación, tierra, empleo, descanso, al respeto a su cultura... Toca a la vida a la vida religiosa, de una manera especial, seguir implicándose en el logro de estos derechos y en hacer que de verdad el Jubileo nos lleve a transformaciones estructurales profundas, tanto de la sociedad como de la misma Iglesia y al interior de la misma vida religiosa.
JUBILEO Y GO’EL DE NEGRAS Y NEGROS
En esta reflexión sobre las implicaciones del Jubileo para las comunidades afroamericanas es importante mencionar otra institución del pueblo de Dios cuyo surgimiento guarda relación con el Jubileo. Se trata de la institución del go’el.
Antes de que el pueblo de Israel fuera llevado al exilio en Babilonia, los esclavos quedaban libres a los siete años, a raíz del Año Sabático. Pero al retornar del exilio se establece que dicha liberación sería al cumplirse los cincuenta años, es decir, al llegar el Año Jubilar. Esto implica un retroceso y es la razón por la cual se instituye la función del go’el o liberador, que podía rescatar esclavos y posesiones antes del año cincuenta. “En el antiguo derecho hebreo, el go’el es el pariente próximo a quien incumbe el deber de defender a los suyos, ya se trate de mantener el patrimonio familiar (Lv 25, 23 ss), de liberar a un hermano caído en esclavitud (Lv 25, 26-49), de proteger a una viuda (Rut 4, 5) o de vengar a un pariente asesinado (Nm 25, 19 ss). El empleo del título go’el en Is 40, 55 sugiere la persistencia de un vínculo de parentesco entre Yahvé e Israel...”[16].
El verdadero go'el para el pueblo es Dios como defensor de la vida de los débiles. La comunidad negra a lo largo de su historia ha vivido y vive esta experiencia de que Dios es su defensor y garante de la vida. En cada comunidad hoy tendríamos que preguntarnos quiénes, como profetas del Dios de la vida, han desempeñado la función de go’el para el pueblo negro. Y quiénes están llamados a ser, junto al Dios de los pobres, el go’el de negras y negros. Es la misma comunidad negra la que, junto a Dios, está llamada a ser go’el de todas las personas negras que han caído en desgracia, en deuda, en problemas de cualquier tipo. Es la misma comunidad negra la que tiene que cuidarse y protegerse. El recuperar esta dimensión comunitaria de protección y cuidado mutuo constituye un fuerte desafío para poder vivir el espíritu del Jubileo. En especial, a la vida religiosa del continente le toca jugar un papel muy importante como defensora y garante de la vida de los pobres, los negros, los indígenas, las mujeres, ancianos, jóvenes, niños... En esta defensa de la vida se verificará la autenticidad de la vida religiosa y su razón de ser.
El sólo hecho de que muchas y muchos afrodescendientes seamos parte de la vida religiosa, ya nos coloca en una situación de go'el. Esto significa situarnos, no como personas que por acceder a la vida religiosa tenemos un privilegio y exigimos un trato especial, sino como mujeres y hombres que como parte del pueblo negro y de la vida religiosa nos toca vivir un servicio y un despojo a favor de la gente. También hemos de reconocer que muchas veces dentro de la misma vida religiosa tenemos estructuras que no nos permiten ser rescatadoras y rescatadores (go'el) de los más pobres.
Hoy día en medio de la dispersión a que nos somete el sistema neoliberal, es necesario que como religiosas y religiosos toquemos el tambor, como lo tocaban nuestros antepasados, para convocar nuestras fuerzas dispersas, para formar esa gran asamblea de mujeres y hombres que nos resistimos a los ídolos de la muerte y que nos empeñamos en ser fieles a un Dios que también es resistente. Esa resistencia de Dios se manifiesta en que, a pesar de nuestras infidelidades, Él permanece fiel.
Tocar el cuerno (el yobel) o tocar el tambor, es la forma en que Dios nos llama a vivir, a resucitar nuestra identidad de vida religiosa afroamericana y desde ahí despertar la conciencia para que el pueblo afroamericano, inspirado en el Cristo Negro y en los mártires afroamericanos, pueda luchar y conquistar una tierra en libertad, siendo señal profética y testimoniando el espíritu y la raíz más honda del Jubileo: la convicción de que la tierra y las personas son de Dios.
UN JUBILEO SIN CALENDARIO
Unos 445 años a.C., Nehemías (5, 1-13) reúne al pueblo y, ante la situación de opresión que viven los más pobres por parte de las autoridades, proclama un Jubileo que ya no se regirá por un calendario. Es decir, se proclama un Jubileo “que ya no espera 50 años, sino que se proclama cuando lo exige el clamor de los pobres”[17].
En el Nuevo Testamento nos encontramos con elementos de continuidad y a la vez con elementos superados o purificados en cuanto a la comprensión del Jubileo. Como elemento de continuidad está el hecho de que Jesús sigue la tradición del Jubileo e identifica Jubileo y Reino de Dios. Algo muy significativo al respecto, y que confirma lo dicho, es el hecho de que en el anuncio de Jesús (Lc 4, 18-22, citando a Is 61, 1-2) “el reino de Dios comienza con el anuncio del Jubileo. Jesús, en la tradición del Año Sabático y Jubilar, proclama el inicio de su misión, un año de gracia, un Jubileo extraordinario”[18].
Pero Jesús introduce un elemento novedoso y es que Él ya no se va a ceñir a los cincuenta años. Jesús proclama un Jubileo permanente y definitivo, un Jubileo sin calendario, porque lo que está en juego es la vida y la libertad de las personas, y esto no puede esperar fechas oficiales.
¿Qué significa este Jubileo permanente y definitivo para las comunidades afrodescendientes? Significa que, aún reconociendo la densidad de ciertas fechas del calendario, el Jubileo como liberación y justicia para los oprimidos y excluidos, ha de ser un compromiso constante que atraviesa toda la vida, todas las dimensiones de las cristianas y cristianos de las comunidades afroamericanas. La tarea de la liberación de cualquier forma de esclavitud, no admite pausas, pues se trata de hacer que seres humanos vivan en la justicia, en la armonía y libertad con que fueron creados por Dios. Negras y negros son imagen de Dios. Dios es negra/negro, ya que cada ser humano es imagen y semejanza de Dios. El Jubileo busca que volvamos a esa situación originaria y que esa imagen de Dios que es cada persona, no sea empañada ni profanada con la opresión, la explotación, la injusticia, la desigualdad o la discriminación.
A la luz del Jubileo que vivió y proclamó Jesús, que fue permanente y definitivo, nos damos cuenta de que el Jubileo trasciende el calendario oficial. El tiempo jubilar se lo descubre cuando se oye el clamor del pobre, cada vez que el pobre nos sale al encuentro. El tiempo jubilar es cotidiano, ha de ser vivido todos los días[19].
También podemos decir que el pueblo negro vive celebrando pequeños jubileos; al ritmo del tambor se canta y se celebran los pequeños gestos liberadores y el abrir pequeños espacios de libertad que nos dan la confianza y la certeza y avivan en nosotros la esperanza de que es posible “un cielo nuevo y una tierra nueva en los que habite la justicia” (2 Pe 3, 13). Las comunidades afroamericanas, concretamente las descendientes del tronco cultural bantú, hacen periódicamente fiestas que pueden ser consideradas como una práctica de jubileo permanente. El objetivo de estas fiestas es evitar un desequilibrio socio-económico: es para gastar los excedentes. No son fiestas para recaudar dinero, como las que hacemos en algunas parroquias, sino para gastar de lo que tenemos y así mantener el equilibrio comunitario compartiendo alimentos y comprando los vestidos de la fiesta. Al final todas y todos quedamos iguales, es una fiesta que en el fondo busca la equidad.
A MODO DE CONCLUSIÓN
El Jubileo es una invitación a inaugurar una nueva práctica para que en verdad empecemos este tercer milenio tocando el atabal, el tambor, que convoque a todas las negras y todos los negros a celebrar la liberación. Así como el pueblo israelita anunciaba la llegada del Año Jubilar tocando el yobel, queremos tocar el tambor para anunciar que ha empezado la fiesta de la liberación. Soñamos y trabajamos por ese gran día en que proclamaremos que ya se acabó el sufrimiento de las negras y las negros y el sufrimiento de la tierra y el mar. Caminamos hacia ese gran día en que, como dice un canto entonado en nuestras Comunidades Eclesiales de Base, la negra y el negro “ya no tendrán cadenas”.
El Jubileo podemos releerlo como la forma en que Dios se suma a la resistencia histórica del pueblo negro de ayer y de hoy. A través del Jubileo Dios sigue inspirando la utopía del pueblo negro. Es una proclamación de nuestra fe en el Dios de la vida que sigue manifestándose en las comunidades afroamericanas. En ellas encontramos no sólo el rostro sufrido, crucificado de Cristo, sino que también encontramos, en medio del dolor y la humillación, la discriminación y las carencias, el rostro radiante del Resucitado, manifestado en la alegría desbordante, el constante espíritu de fiesta, en los colores vivos de nuestros vestidos, en la solidaridad, la fortaleza, la resistencia y la esperanza y la certeza irreprimible de que la victoria corresponde a la vida, a la libertad, a Dios. Esto es vivido y experimentado en la vida cotidiana de nuestras comunidades. Siempre encontramos en ellas un granito de esperanza y un motivo para hacer fiesta. Esta es ya una pequeña semilla o señal del Jubileo. En medio de tantas tragedias del pasado y del presente, estamos vivos, aquí seguimos. Es como si en nuestras vidas ocurriera un milagro: hay una fuerza misteriosa, escondida, que nos hace resistir y refuerza de día en día nuestra opción y pasión por la vida. En nuestra vida hay un secreto, un tesoro escondido: es la fuerza de Olorum, del Dios de la vida que, a pesar de las dificultades, no nos deja desmayar. La resistencia de las comunidades negras se parece al junquillo. Es difícil de eliminar definitivamente esta hierba. Siempre quedan las semillas bajo tierra y, cuando menos esperamos, ahí brotan. Bajo tierra van creciendo y multiplicándose. Así es nuestra vida y nuestra esperanza. Y este es el milagro. En lo oculto, en medio de la oscuridad del sistema, se va tejiendo la resistencia y un camino de vida para el pueblo afro y para todos los pobres de la tierra. Ni ojo vio, ni oído oyó lo que está surgiendo poco a poco en las comunidades negras. El que tenga oídos para oír que oiga lo que están diciendo las negras y negros a la Iglesia, a la vida religiosa, al mundo. El que tenga oídos para oír que oiga que ya el tambor nos está llamando a buscar y construir un presente y un futuro negro y bonito. Es el tambor del Jubileo porque ya va a empezar la fiesta en que bailamos, cantamos y compartimos el pan de la verdadera comunión con el Dios liberador y con todos los pobres de la tierra.
Finalmente, podemos decir que el pueblo negro, en fidelidad a su identidad esencialmente comunitaria, está llamado a vivir y celebrar el jubileo desde una perspectiva colectiva. Este es el espíritu del Jubileo en la Biblia. Las pequeñas señales del Jubileo que ha vivido la comunidad negra llevan este sello. Todos los gestos liberadores tienen un alcance comunitario y de solidaridad e inspiración entre las diversas comunidades negras del mundo y entre las distintas generaciones negras. Un gesto liberador del presente, una voz de anuncio o denuncia que se levanta en el presente, está conectado de alguna manera con el pasado y con el futuro, porque “cada vez que una voz se eleva contra la opresión, se hace eco de las voces que se han elevado antes que ella y de las que se elevarán un día”[20].
Geraldina Céspedes Ulloa
Misioneras Dominicas del Rosario
Lote 21, Manzana 47,
Colonia El Limón, Zona 18,
Guatemala, Guatemala.
Teléfono: (502) 260 0076
E-mail: mdrjoya@usa.net
NOTAS
[*] Religiosa de la congregación Misioneras Dominicas del Rosario. Nació en la República Dominicana. Realizó estudios de Filosofía en el Instituto Filosófico de la Compañía de Jesús en Santo Domingo. Es licenciada en Teología y desde 1992 trabaja en El Limón, zona 18, un área marginada de la ciudad de Guatemala.
[1] Puebla # 34
[2] TMA # 13
[3] TMA # 12
[4] TMA # 34-36
[5] Mensaje a los afroamericanos # 2, 13 de octubre, 1992, Santo Domingo, República Dominicana
[6] Richard, Pablo (1998), Ya es tiempo de proclamar un Jubileo, CRIE, México.
[7] Richard, Pablo, o.c.
[8] Pires, José María (1994), Yo oí el clamor de este pueblo, en RIBLA # 19, DEI, San José, Costa Rica.
[9] TMA # 37
[10] TMA # 37
[11] Molina, Mario (1999), Los años jubilares y la dignidad humana, en Voces del Tiempo # 30, Guatemala.
[12] Molina, Mario, o.c.
[13] TMA # 51
[14] Richard, Pablo, o.c.
[15] Richard, Pablo, o.c.
[16] León-Dufour, X. (1973), Vocabulario de Teología Bíblica, Herder.
[17] Richar, Pablo, o.c.
[18] Richar, Pablo, o.c.
[19] Cfr. Pablo Richar, o.c.
[20] Mahmoddy, Betty (1993), en su prólogo al libro de Zahna Muhsen, Vendidas, Ed. Seix Barral, Barcelona.