El 2 de mayo de 2002, Bellavista -
cabecera municipal de Bojayá, en el
departamento del Chocó, Colombia -, fue
escenario de cruentos combates entre la
guerrilla de las FARC y un grupo
paramilitar autodenominado lmer
Cárdenas de las AUC. En una desmedida
desproporción de las armas, las FARC
lanzan un cilindro-bomba contra los
paramilitares que se encontraban
atrincherados alrededor de la capilla
católica, escudados con la población
civil que se hallaba refugiada allí desde
el día anterior. La bomba hace impacto
en medio del altar dejando un
escalofriante resultado: 119 muertos
civiles, entre ellos 45 niños y más de 95
heridos.
A raíz de estos hechos y ante la zozobra
de nuevos combates, más de 4000
personas de los municipios de Bojayá y
Vigía del Fuerte se desplazan a Quibdó.
Allí continúa el drama para estas
personas quienes no encuentran el
apoyo prometido por las instituciones
estatales. Esta situación precipita los
retornos en condiciones lamentables
tanto para la seguridad de los
pobladores como para su subsistencia.
En consecuencia, el 1 de septiembre y el
17 de noviembre alrededor de 2000
personas retornan con la esperanza de
que las promesas gubernamentales de
reparación de los daños, incluida la
reubicación del casco urbano de
Bellavista, se cumplirían a corto plazo.
Sin embargo, el gobierno ha dilatado las
soluciones sin que hasta el momento se
haya emprendido alguna obra
significativa. El ejército oficial, por su
parte, agravando la crisis humanitaria, ha
montado retenes militares permanentes
en Vigía del Fuerte, Bellavista y Quibdó;
más que controles se han convertido en
restricciones a la libre circulación de
productos de primera necesidad.
El problema no es sólo Bojayá
Bojayá está en el recuerdo de las
personas por sus muertos, ¿pero lo está
por los vivos? En Bojayá nació la cultura
milenaria Embera, saqueados por los
conquistadores españoles y hoy sitiados
en las cabeceras de los ríos... El mundo
se escandalizó por los 45 niños
masacrados en Bojayá, justa razón, ¿pero
el gobierno nacional y los medios le
informaron que en el mes siguiente a la
masacre de Bojayá murieron 35 niños
Embera de paludismo que no pudieron
salir a ningún hospital? ¿Sabe el mundo
que en las regiones del Atrato, el San
Juan y el Baudó hay más de 300 mil
personas, negros e indígenas en su
mayoría, sitiadas por un conflicto cuyo
objetivo parece ser el de lograr su
desplazamiento y aniquilación?
Bojayá es también pueblo negro
afrodescendiente -reconocidos
legalmente desde 1993-, quienes
históricamente han logrado junto con
los Embera, los Wounaan y los Tule una
relación de equilibrio con la naturaleza.
La étnia negra fue la principal víctima de
la masacre de Bojayá, ¿pero sabe el
mundo que después de 1996 hasta hoy,
época en la cual se agudiza el conflicto
armado en el Chocó, los grupos
armados legales e ilegales, han
asesinado a más de 600 negros civiles,
en un etnocidio que ya casi se compara
con el cometido por los europeos en
contra de los pueblos indígenas y
africanos?
El Chocó es una unidad en la diversidad.
Si como pueblos desaparecen negros e
indígenas, diversos en sus culturas y
gentes, irremediablemente desaparecerá
la diversidad biológica y el equilibrio
ambiental. Ya se sienten los pasos de los
monocultivos como el banano y la
palma aceitera, impuestos con el
respaldo paramilitar, tal como viene
sucediendo en el Urabá chocoano. Ya se
siente la aprobación de un superpuerto
marítimo en Tribugá, en la costa pacífica
chocoana, que convertirá a los
chocoanos -en el mejor de los casos-, en
simples estibadores, abandonando para
su destrucción el entorno ambiental que
protegieron y construyeron por siglos.
No es el futuro que se merecen ni estos
pueblos ni esta riqueza ambiental y
ecológica, cuya contribución a la
armonía planetaria aún no ha sido
justamente valorada.
Un acuerdo humanitario
Las organizaciones sociales del Chocó
han visto con suma preocupación la
situación de guerra que contra el
pueblo chocoano se viene adelantando,
por lo que reunidas en el Foro
Solidaridad Chocó, plantean a los
actores armados un inmediato acuerdo
humanitario regional en el Chocó y el
Atrato antioqueño. Dicho acuerdo debe
propender por el respeto, la autonomía
y la defensa del territorio de los pueblos
negro, indígenas y mestizo. Es una
manera viable para que en el Chocó no
se repita otro caso como el de Bojayá.