Martes 07 de noviembre de 2006
I. Referencias a un caminar esperanzador
Desde hace varias décadas se viene realizando en nuestra América Latina un caminar esperanzador en relación a la vida de grupos y comunidades de afroamericanos(as) que han redescubierto su vocación de pueblos dignos, de pueblos que poseen en su experiencia histórica grandes valores e insustituibles aportes que ofrecer en la continua trama de una y variopinta humanidad.
Ha sido el gradual crecimiento en la conciencia de identidad negra y en el ahondar de las propias raíces, el motor que ha generado tanto entusiasmo, participación, convicción, organización, formación y opciones de vida.
Han venido surgiendo así los Encuentros de Pastoral Afroamericana (EPA)[1]: una iniciativa dentro de la Iglesia que peregrina en América Latina, orientada a impulsar y a acompañar el proceso de inculturación del Evangelio en el seno de las culturas afroamericanas, para que acontezca Iglesia allí donde ha sido sembrada, con el rostro propio de las gentes en medio de las cuales se ha encarnado.
Tal caminata histórica suscita mucho interés y se convierte, de alguna manera, en polo de atracción para muchos(as) que aguardaban desde hacía tiempo una buena noticia para sus vidas. Y es que no puede ser de otra manera cuando una persona, un grupo o comunidad, se re-encuentra consigo misma, con su identidad profunda que reconoce como don de Dios, cuando llega a descubrir que lo que venía negando de sí misma. Es precisamente lo más hermoso y el tesoro más valioso de su vida.
Esta buena noticia la han acogido, en primer lugar los y las jóvenes negros(as) que, al entrar en contacto con este movimiento esperanzador de la pastoral de afrodescendientes, se han sentido llamados(as), cada uno por su nombre, a unirse a esta causa liberadora, dignificante, a reconocerse como agentes de cambio en un mundo que continúa practicando la exclusión de todo aquello que es distinto a lo que el poder idolatra y erige como patrón de humanidad y cultura.
En la actualidad, en muchas naciones latinoamericanas donde está organizada la Pastoral de Afrodescendientes, se cuenta con un nutrido grupo de jóvenes animadores de la Pastoral Afro en sus parroquias y diócesis. Son jóvenes que han experimentado en sus vidas cómo "Jesús negro" se ha identificado con ellos y ellas y los ha involucrado en la apasionante aventura de la edificación del Reino de Dios en el aquí y ahora que cada uno vive.
Estos(as) jóvenes, releyendo su historia personal y la historia de sus pueblos, han optado por seguir a ese Jesús negro, solidario con su causa, confirmados(as) por una nube ingente de testigos, los ancestros. Ellos fueron personas que dieron su vida, como Jesús, para que otros tuviesen vida y vida en abundancia. Jóvenes negros y negras que apostaron en su momento, lleno de limitaciones y adversidades, por un mundo nuevo, por una aurora sin cadenas ni esclavitudes, por un mundo de hermanos y hermanas, por la fiesta de la fraternidad.
Ancestros, testigos del amor a la vida digna, que supieron crear con la fuerza del Espíritu espacios de libertad para ellos y para sus hermanos(as) esclavizados(as): los quilombos, cumbes o palenques, donde nadie quedaba excluido; todos participaban según la capacidad de cada uno. El quilombo, palenque o cumbe permanecía abierto para otros esclavos que huían del cautiverio, abierto también para indígenas oprimidos y hasta para blancos perseguidos por las fuerzas de represión, con la condición de que aceptasen las leyes del quilombo. La solidaridad era total[2].
Así nos encontramos hoy con la entusiasmante y esperanzadora realidad de cientos de jóvenes negros y negras que se han incorporado al camino siguiendo la huella de Jesús, el primer testigo, y las huellas de todos los demás testigos fieles a él y a su pueblo.
Es oportuno plantearse en este momento varios interrogantes en relación a cómo se concibe y lleva adelante el discipulado, el seguimiento a Jesús, en las personas y los grupos de jóvenes solidarios con la causa negra, con la causa del pueblo afroamericano.
Se despejarían así muchas dudas, se aclararían malos entendidos, se contaría con criterios de discernimiento en la verificación del discipulado. Este camino, como toda realidad histórica, está también lleno de ambigüedades y no está exento de traicionarse así mismo: ¿Se vive el compromiso con la Pastoral de Afrodescendientes como una quimera que nada tiene que ver con la realidad? ¿No será que en muchos casos, a nivel personal y grupal, en el fondo a quien se sigue es al propio proyecto, la propia imagen, los propios intereses? ¿Qué hay detrás del compromiso de tantos agentes de la Pastoral Afroamericana? ¿A una ideología cerrada y ciega? ¿Ansia de revanchismo? ¿Cuáles signos deben acompañar el seguimiento de Jesús solidario con la causa del pueblo negro que ha vivido una diáspora y vive ahora su reconstrucción en un nuevo continente?
II. Un ejemplo de seguimiento que nos ilumina y pone en alerta
1.- Jesús desenmascara un pretendido seguimiento
En el Evangelio según san Juan se nos narra un caso bien llamativo en relación a una "profesión de seguimiento” que Jesús tuvo que desenmascarar. Se trata de toda la sección del capítulo trece del evangelio puesta en confrontación con lo que acontece en el capítulo 18.
En efecto, recordemos que el capítulo trece del Evangelio de Juan inicia esa gran sección del libro de la comunidad. Jesús declara a sus discípulos que ha llegado su hora,; esta revelación se hace en clima de intimidad familiar, en tomo a una cena, la cena de despedida, cena donde Jesús entrega a sus discípulos su testamento.
En esta atmósfera de familia y de íntima amistad, uno de sus más destacados discípulos, Simón, a quien Jesús puso por nombre Cefas, que quiere decir, "Piedra", toma la palabra y dice a Jesús: Señor, yo daré mi vida por ti (Jn 13,37). Esta frase equivale a decir que Simón Pedro estaba dispuesto a seguir a Jesús hasta la muerte, incluso que él tomaría la delantera y se pondría como escudo para proteger a Jesús, su Maestro y Señor, lo dejaría ubicado "detrás" de Pedro[3].
Es importante notar que ya antes de la intervención de Pedro, Jesús les había advertido a todos sus discípulos: “A donde yo voy ustedes no pueden venir” (Jn. 13,33). Y como luego Pedro insistiera y le preguntara a dónde iba a ir que no lo pudiese seguir él, Jesús le aclaro: “A donde yo voy no puedes seguirme ahora; me seguirás más tarde” (Jn. 13,36).
Es aquí donde Pedro hace su abierta e intempestiva profesión de seguimiento en medio de todos los demás discípulos: ¿Cómo que más tarde? ¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo pondré mi vida en lugar de la tuya (Jn 13,37).
Jesús, en ese momento, se le debió haber quedado mirando fijamente a los ojos, para decirle luego: "¿Que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes que tú me hayas negado tres veces (Jn13,38).
Y es que es muy importante escuchar las palabras de Jesús en esta cena de despedida, ponerle cuidado a esas palabras reveladoras y hacerles caso, obedecerlas. Hacer lo contrario es exponerse al más rotundo de los fracasos, es toparse patéticamente con un muro insuperable.
Jesús, en esta última cena con sus discípulos, echó mano, como buen educador, de cuanto recurso tuviese al alcance para hacerles comprender que el momento que venía a continuación era el suyo, y que solo él, el primero, lo debía atravesar. A ellos, a los discípulos, en ese momento, en esa hora para la que había venido Jesús al mundo, les correspondía esperar, recibir gratuitamente el don del discipulado, ser engendrados desde lo alto, permitir que Jesús ofreciera su vida por ellos para que naciese el discipulado.
Así, en un determinado momento de esa cena, Jesús se puso de pie, se quitó sus vestidos, tomó una toalla y se la ciñó; luego echó agua en una jofaina, se puso a lavar los pies de los discípulos y se los secaba con la toalla que se había ceñido.
Todos los discípulos estaban admirados de lo que estaba haciendo su maestro[4], pero ninguno se atrevía a decir nada. Ninguno, excepto Simón Pedro. Cuando Jesús llegó hasta él, Pedro le dice: Señor, ¿tú lavarme a mí los pies? (Jn 13,6). Y Jesús, con aquella paciencia infinita que tenía para con sus discípulos, le responde: lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo comprenderás más tarde (Jn 13,7).
Simón Pedro se empecina y se atreve a decide: no me lavarás los pies jamás. A lo que Jesús con determinación le responde: si no te lavo, no tienes parte conmigo (Jn 13,8).
Toda la escena ha sido cuidadosamente preparada por el evangelista. Pedro aparece ante nosotros como el prototipo de discípulo, el que sí es capaz de poner las cosas en su puesto, según el orden que él tiene en su cabeza, el que está dispuesto a dar su vida por su maestro, a pasarle por delante para protegerlo.
Jesús, en cambio, les ha hablado a todos de tener paciencia, de esperar, de saber poner límite a su deseo de conocimiento y de comprensión de todo. Hay cosas que en el presente momento no pueden comprender, su comprensión ha de venir más tarde. Jesús les pide que lo acepten así y que confíen en su palabra.
Pedro no lo aceptará, y armado de toda su precomprensión como el discípulo ideal, el prototipo de discípulo, desafía las palabras de su maestro, no las obedece y se lanza por iniciativa propia al seguimiento, en una hora en que le estaba mandado reiterativamente sólo aguardar, esperar, no seguir.
2.- La agonía de un seguimiento que topa con su límite
En el capítulo dieciocho del Evangelio de Juan tenemos el resultado de esa aventura de Simón Pedro, de querer lanzarse hacia adelante desobedeciendo y desafiando la palabra de Jesús. Pedro está seguro que puede seguir por su propia iniciativa a su maestro hasta el final, hasta dar la vida por él.
El resultado es que todo en él se va a ir desmoronando de forma progresiva, hasta quedar sin identidad, la identidad de discípulo que pretendía tener, de la que hacía ostentosa gala en medio de los demás discípulos. Veamos, pues, como acontece este desmoronamiento de su presunto discipulado.
En muchas ocasiones, para facilitar la tarea de desentrañar el mensaje de los textos bíblicos, es de gran ayuda ponerle mucha atención a los verbos que describen las acciones y los movimientos de los personajes principales del relato bíblico.
En nuestro caso concreto, nos arroja mucha luz el seguir la trayectoria que describen los verbos usados para caracterizar el seguimiento de Pedro en la hora en que Jesús es llevado atado desde Getsemaní hasta la casa del Sumo Sacerdote.
En el versículo quince del capítulo dieciocho, se nos informa que Pedro seguía a Jesús. Seguir es el verbo que se usa en la Biblia para indicar que alguien es discípulo de una persona concreta, es el verbo empleado para indicar la realidad del discipulado. Sin embargo, también nos debemos fijar en el tiempo verbal que aquí se emplea[5]: se trata del tiempo pasado imperfecto, en el que cabe la posibilidad de interpretar que ese seguimiento estaba en suspenso, que no se sabe a dónde va a conducir. Seguía también sugiere el esfuerzo del discípulo por continuar llevando adelante su propósito de ser discípulo, pero sin ninguna garantía de éxito.
El verbo que encontramos a continuación en la descripción de la trayectoria de Simón Pedro, es se quedaba fuera (Jn 18,16). Quedarse afuera indica, en consonancia con lo explicado anteriormente a propósito de seguir, que el movimiento se detuvo, cesó, se paró el seguimiento, hasta allí llegó. Esto lo hace ver muy claramente el complemento circunstancial de lugar: se quedaba parado fuera, junto a la puerta. Ese seguimiento de Simón Pedro que ya venía agonizando por el camino, halló su tope. Por sí mismo, por su propia iniciativa y fuerza de voluntad, ya no pudo más. Hasta allí llegó. El texto nos muestra a Simón Pedro paralizado, detenido, impotente, por sí mismo no puede hacer nada más, no puede caminar, no puede seguir a Jesús en esta hora, el miedo le paraliza. No está dispuesto a arriesgar la propia vida.
Pero también es importante notar aquí lo que puede sugerir el empleo del tiempo verbal pasado imperfecto: como queriéndonos indicar que Simón Pedro se quedaba parado fuera esperando alguna oportunidad para pasar, para poder seguir. Como quien sabe que por sus propios medios no puede, pero espera, en esa hora, algo o alguien que lo haga mover, que lo ponga nuevamente a caminar.
Precisamente el siguiente verbo que encontramos en la trayectoria de Simón Pedro en este capítulo del evangelio de Juan, es el verbo Hizo pasar a Pedro (Jn 18,16). Aquí ya vemos que Pedro no es el sujeto de la acción, es más bien objeto de la acción: lo hicieron pasar. El sujeto de la acción es el otro discípulo conocido del Sumo Sacerdote, el que libremente había entrado hasta el interior de la casa donde habían llevado a Jesús. Su amistad y trato con el Sumo Sacerdote le revestía de influencia al punto de poder hablar con la portera y hacer que Simón Pedro entrase.
Ahora el discípulo, Simón Pedro, está adentro. No por la iniciativa de su propio seguimiento que ya se había detenido afuera. Se había dejado introducir en el ámbito de todo aquello que representa el mundo hostil a Jesús, la casa del Sumo Sacerdote, donde se disponían a interrogar a Jesús para condenado a muerte. ¿Qué hace Pedro allí? ¿Qué está buscando? ¿Dónde va a parar su discipulado?
De una forma patéticamente gráfica, los siguientes verbos que describen la trayectoria como discípulo de Simón Pedro, nos indican las respuestas a las anteriores preguntas: Pedro estaba con ellos calentándose (Jn 18,18).
Aquí ya podemos concluir que se ha desmoronado por entero la pretensión de discipulado de Simón Pedro en pos de Jesús. Los verbos empleados para describir el actuar de la persona del discípulo son los mismos empleados para describir la actitud y la actuación de los siervos y guardias del palacio del Sumo Sacerdote: en tomo al fuego encendido, porque hacía frío, todos estaban allí, parados calentándose. Simón Pedro, uno más entre ellos, confundido con ellos indistintamente, asumiendo con ellos la actitud del "veremos qué va a pasar", cuál será el desenlace de las cosas, una actitud de meros espectadores del posible desenlace. Paradójicamente, de discípulo, Simón Pedro, ha pasado a ser uno más del grupo de los que adversan a Jesús, de los que se reúnen para planear su muerte violenta. Pedro, en aquella hora, parece no tener ningún interés en ser reconocido como discípulo de Jesús, en distinguirse de ellos.
De esta manera la imagen plástica sugerida por el texto es una parada radical en el seguimiento de Jesús por parte de Pedro. Todavía más, se podría hablar de una verdadera involución de su discipulado.
3.- Pero negar su discipulado es negarse a sí mismo
En las narraciones de los evangelios sinópticos paralelas a Jn 18,17-27, llama la atención cómo en aquellas, de una u otra manera, Pedro niega explícitamente a Jesús, niega conocerle; en cambio en la narración juánica no aparece en ningún momento la negación explícita de Jesús por parte de Pedro, sino la negación de su propia condición de discípulo. Todas las respuestas de Pedro en el relato juánico, se limitan a negar seca y concisamente, su discipulado, su relación con Jesús.
A la primera interrogación: ¿no eres tú también de los discípulos de ese hombre? (Jn, 18, 17), hecha por la portera, y que supone un grado menor de compromiso, puesto que la portera no ha participado en la captura de Jesús en el huerto, Pedro enseguida aprovecha para decir resueltamente: no lo soy.
La segunda pregunta, siempre en torno a la realidad del discipulado, es puesta esta vez por el grupo de los siervos y guardias del palacio del Sumo Sacerdote: ¿No eres tú también de sus discípulos? (Jn 18,25). Esta pregunta suponía un grado mayor de compromiso, y prácticamente una ocasión para confesar la propia verdad, pues habían sido los siervos y guardias del Sumo Sacerdote los que habían intervenido en la captura de Jesús en el huerto y habían encontrado con él a sus discípulos. Seguramente se recordaban del rostro de Pedro. Pero éste insiste en desdibujar su propio rostro, y también, por segunda vez, niega su condición de discípulo diciendo: no lo soy.
Es importante hacer notar que en la edición crítica del Nuevo Testamento griego, la respuesta de Pedro, haciendo una traducción literal formal, sería: "no soy”[6]. Pedro, por dos veces está diciendo explícitamente: "no soy". Y el autor del cuarto evangelio, con ese estilo literario propio que posee de manejar a la misma vez varios niveles de comprensión, está queriendo decir a los(as) lectores(as) del texto que cada vez que Pedro niega su discipulado, se niega a sí mismo, que cada vez que Pedro niega su relación con Jesús, se vacía de su propia identidad. Tomándose él como referencia de sí mismo, queda perdido, sin ningún tipo de apoyo, ya no se puede sostener.
La tercera pregunta supone el más alto grado de compromiso por parte de Simón Pedro. Ahora quien pregunta no es la portera, ni el grupo genérico de los siervos y guardias del palacio del Sumo Sacerdote, se trata de uno de los siervos, familiar de aquel a quien Pedro había cortado la oreja en el huerto cuando intentó defender a Jesús.
La misma pregunta en su formulación enfática está suponiendo una respuesta positiva por parte de Pedro: ¿no te vi yo en el huerto con él? (Jn 18,26). Pareciera que el cerco se estrechase más todavía en tomo a Pedro para obligarle a confesar su verdad, la única verdad de la que depende su vida, su discipulado. Pero no, también aquí de nuevo, Simón Pedro niega ser su discípulo, y al instante cantó un gallo.
4.- El cumplimiento de una profecía
De esta manera, Pedro constata en carne propia, que se ha cumplido la profecía, se ha cumplido la profecía de Jesús en la última cena. Jesús le había dicho claramente: adonde yo voy no puedes seguirme ahora; me seguirás más tarde (Jn 13,36). Pedro le contestó que por qué no habría de seguirle también "ahora", que él estaba listo para ofrecer su vida por la de Jesús. Y he aquí la profecía de Jesús que ahora se cumplía al pie de la letra: ¿Qué darás tu vida por mi? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes que tú me hayas negado tres veces (Jn 13,38).
Pedro ahora no puede seguir a Jesús. Atreviéndose a seguirlo, en aquella hora en que no podía hacerlo, lo que ha conseguido es perder definitivamente aquello que creía tener. Pero así como la alusión al canto del gallo recuerda a los(as) lectores(as) del evangelio que se ha cumplido una profecía de Jesús, es cierto también que otra profecía ha sido dicha, poco antes: me seguirás más tarde (Jn 13,36). Y al igual que aquélla ésta también habrá de cumplirse y realizarse plenamente en su momento.
Por ahora Pedro y los otros discípulos deben esperar pacientes, porque es sólo Jesús quien debe y puede verdaderamente pasar a través de la hora de la pasión. Pedro lo seguirá más tarde y este seguimiento será entonces en estricta dependencia con lo que ahora su Señor, negado por él, está haciendo en su favor y a favor de todos los discípulos.
Jesús debe avanzar hacia la consumación de su hora; con su sangre derramada en la cruz, lavará los pecados del mundo y abrirá para siempre la puerta al reino de la vida a través de su amor glorificado en medio del rechazo y la traición de los hombres.
Era necesario, pues, que Pedro se dejase lavar por Jesús, para comenzar a ser iniciado, mediante aquel gesto profético, en esa nueva lógica que pone en crisis al mundo, la lógica del don: su Maestro y Señor ha pasado adelante y está dando la vida por él, para que luego, a su vez, él también le pueda seguir y ofrecer su vida por sus hermanos.
No es, pues, como lo pretendía Pedro, que pensaba seguir a Jesús haciendo alarde de su propia autodeterminación y voluntad. No es cuando Pedro lo disponga o lo dispongan los demás discípulos de todos los tiempos. Sino cuando reciban el don que viene de arriba, fruto y primicia del amor oblativo de Jesús por los suyos, por aquellos que le ha dado el Padre y a quienes él ha ganado definitivamente atravesando con fidelidad su hora.
III. Aplicaciones
Al final del primer apartado de este artículo se decía que era oportuno plantearse en este momento varios interrogantes en relación a cómo están concibiendo y llevando adelante el discipulado, el seguimiento a Jesús, las personas y los grupos de jóvenes solidarios con la causa negra, con la causa del pueblo afroamericano.
Se percibía como algo muy beneficioso el poder contar con criterios claves de discernimiento en la verificación del discipulado; este camino, como toda realidad histórica, está también lleno de ambigüedades y no está exento de traicionarse a sí mismo.
A la luz del estudio que hemos hecho en relación a la trayectoria del discipulado de Pedro en los capítulos trece y dieciocho del evangelio de San Juan, podemos proponer los siguientes criterios de discernimiento para todo seguimiento a Jesús que se precie de serlo, desde una causa y situación concretas. En nuestro caso la causa del pueblo afroamericano.
1.- El discipulado antes de ser una iniciativa propia de nosotros(as), es un llamado que hemos recibido, una vocación.
No hemos sido nosotros los que nos hemos embarcado en esta fascinante aventura de seguirle en medio y con nuestros(as) hermanos(as) negros(as) de este continente que sigue siendo el continente de la esperanza. Ha sido, El, Jesús Negro, que un día nos llamó por el nombre y nos hizo solidarios con su pueblo sufrido y esperanzado. Ha sido El, que encarnado en la dura realidad y prometedora cultura del pueblo negro, quien nos ha dirigido su Palabra de Vida y nos ha llamado para que le sigamos, sirviéndole en sus hermanos los más pequeños, los más insignificantes, olvidados y oprimidos. Nuestra iniciativa y nuestro esfuerzo serán la respuesta a este llamado fuerte y decisivo en nuestras vidas. Llamado que debe tener rostros concretos, circunstancias concretas, horas determinadas. Es desde nuestra historia concreta de vida, en medio de una realidad concreta, desde la que nos llama el Señor a seguirle.
2.- El discipulado como experiencia clave de iniciación en la transitividad
El discípulo que pretenda erigirse en referencia de sí mismo ha equivocado radicalmente su camino. Constituirse en referencia de sí mismos llena de vacío la vocación del discipulado, hace que pierda su verdadera identidad. Referirse a sí mismos en el camino del discipulado es sembrar confusión a su paso por la vida y negar, de cualquier forma, incluyendo la violencia, la posibilidad de la novedad del otro o de la otra, como espacio y oportunidad de salvación. Lo que caracteriza al verdadero discípulo, a quien modela su respuesta en base a la respuesta de Jesús, es la dimensión de transitividad que permea toda su vida y su actuar. Jesús, no se vivió jamás como un dique que represaba para sí la revelación de Dios. El continuamente se vivió referido al Padre, y permanentemente referido a sus discípulos. El se definió como la puerta por donde entran y salen todas sus ovejas. Su existencia fue y es transitiva: toda para el Padre, toda para sus discípulos. Por El los discípulos tienen libre acceso al Padre, en el gozo del Espíritu Santo. Un discipulado concebido como su propia referencia, es un discipulado que queda fuera del seguimiento de Jesús. Lo nuestro, desde lo más genuino de la cultura afroamericana, es la transitividad de los dones y experiencias, lo nuestro es la creación de una gran red, de un tejido solidario, de una trama simbiótica alimentada por muchos encuentros. Transitividad que no se agota en la muerte terrena, pues más allá de la muerte, se experimenta por la fuerza del amor, la solidaridad con Jesús, primogénito de entre los muertos, y con los ancestros.
3.- Dejarse amar, desafío de todo auténtico discipulado.
Aceptar este amor infinitamente gratuito manifestado en el Hijo por el Padre, es la condición de posibilidad de todo verdadero discipulado. Notábamos, analizando los primeros pasos en el discipulado de Pedro, que le costaba mucho permitir que Jesús le lavara los pies, que pasara delante para ofrecer su vida por la de él y la de los demás discípulos. Jesús le insistió en que aguardase, que comprendiera que en la relación con Dios, lo más importante no es lo que tú haces por Dios, sino lo que tú permitas que El haga por ti. Aquí está la piedra de toque de todo discipulado. Si no hemos vivido la experiencia de un amor que nos haya amado gratuitamente primero, no podremos amar, no podremos seguir, no podremos ser discípulos. Debemos dejamos constituir verdaderos discípulos por la obra del amor en nuestras vidas. Sin esta experiencia salvífica / liberadora, todo discipulado comienza a entrar en sospecha; probablemente está falsificado.
Para compartir y reflexionar en grupos y comunidad
Texto trabajado:
Jn
18,15-27
Seguían a Jesús Simón Pedro y otro
discípulo. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y
entró con Jesús en el atrio del sumo sacerdote, 16
mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta. Entonces
salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a
la portera e hizo pasar a Pedro. 17 La muchacha
portera dice a Pedro: «¿No eres tú también de los discípulos de
ese hombre?» Dice él: «No lo soy.» 18 Los siervos
y los guardias tenían unas brasas encendidas porque hacía
frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos
calentándose. 19 El sumo sacerdote interrogó a
Jesús sobre sus discípulos y su doctrina. 20 Jesús
le respondió: «He hablado abiertamente ante todo el mundo; he
enseñado siempre en la sinagoga y en el Templo, donde se
reúnen todos los judíos, y no he hablado nada a ocultas.
21 ¿Por qué me preguntas? Pregunta a los que me
han oído lo que les he hablado; ellos saben lo que he dicho.»
22 Apenas dijo esto, uno de los guardias, que allí
estaba, dio una bofetada a Jesús, diciendo: «¿Así contestas al
sumo sacerdote?» 23 Jesús le respondió: «Si he
hablado mal, declara lo que está mal; pero si he hablado bien,
¿por qué me pegas?» 24 Anás entonces le envió
atado al sumo sacerdote Caifás. 25 Estaba allí
Simón Pedro calentándose y le dijeron: «¿No eres tú también
de sus discípulos?» Él lo negó diciendo: «No lo soy.»
26 Uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente
de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dice: «¿No te
vi yo en el huerto con él?» 27 Pedro volvió a negar,
y al instante cantó un gallo.
[1] Los encuentros de Pastoral
afroamericana surgieron por las inquietudes de los agentes de pastoral, que trabajaban en las comunidades negras, en
la década de los años 70. La participación en estos encuentros proporcionaba un gran ánimo en el camino a nivel
continental, se experimentaba gradualmente que se era una fuerza en la Iglesia, una presencia activa, enriquecedora y
cuestionadora, desde la base constituida por las Comunidades Cristianas Negras. El Papa Juan Pablo II ha manifestado
su afecto a las poblaciones afroamericanas y ha dicho en uno de sus mensajes al concluir la Conferencia Episcopal
Latinoamericana de Santo Domingo: "las poblaciones afroamericanas, que representan una parte relevante en el
conjunto del continente y que con sus valores humanos y cristianos, y también con su cultura, enriquecen a la Iglesia y
a la sociedad en tantos países... Se desea potenciar la atención pastoral y favorecer los elementos específicos de las
comunidades eclesiales con rostro propio”. Cf. Savoia Rafael, «Camino de las Comunidades Cristianas Negras
y Encuentros de Pastoral Afroamericana (EPAs)», en Seminario de Pastoral em Contexto Afro-
Americano, Belo Horizonte 1999, 109-130.
[2] Cf Pires José María, «Globalizar a Solidariedade», en Conclusiones del VIII EPA,
Salvador (Bahía) 2000.
[3] Según la concepción judía del
discipulado, era obligación del discípulo estar en todo momento dispuesto a dar la vida por su maestro. En caso de
peligro de muerte, el verdadero discípulo era el que ponía su vida para salvar la de su maestro. Pero, en el relato del
Evangelio, Jesús está dándole un vuelco total a esa concepción. No es así como se ganan verdaderos discípulos, sólo se
los gana cuando el Maestro pasa adelante y ofrece, pone su vida para proteger y salvar a sus discípulos. Sólo así les
inicia en el verdadero discipulado.
[4] Recordemos que este oficio de lavar
los pies a las personas que llegan a una casa y que han sido invitadas por el señor de dicha casa, correspondía a los
siervos, a los esclavos de la casa, según las costumbres de la época de Jesús.
[5] El tiempo en los verbos griegos no
indica sólo el elemento cronológico-cuantitativo, indica fundamentalmente el aspecto o consideración cualitativa,
subjetiva desde la que el narrador o escritor está viendo determinada acción. El aspecto que aporta el tiempo verbal en
griego es sumamente importante para conocer el punto de vista o la perspectiva que está utilizando el autor o
evangelista al cualificar determinada acción.
[6] Una consideración gramatical que
ayuda a profundizar en el sentido de las respuestas de Pedro, es caer en cuenta de que la expresión griega ouk
eimí sin complemento, se encuentra únicamente en Juan. Además la particularidad de esta expresión reside,
excepcionalmente, en el apoyo del acento que está haciendo sobre sí misma una palabra (eimz) que de por sí
es proclítica y que por ende necesitaría de la palabra precedente para apoyarse; no pudiéndolo hacer sobre la partícula
de negación, es forzada a soportarse en sí.